Perfil en persecución: Mohamed Saeed AlHendi

Mohamed Saeed AlHendi, de 36 años, que trabajaba en el sector de la informática, fue detenido sin orden judicial durante una redada realizada por agentes enmascarados en su domicilio. A continuación fue sometido a tortura física y psicológica y se le obligó a confesar. Mohamed está actualmente recluido en el edificio 7 de la prisión de Jau, cumpliendo su condena.
El 3 de noviembre de 2015, alrededor de las 4 de la mañana, la casa de Mohamed en Hamad Town fue allanada por agentes enmascarados vestidos de civil, con la presencia de 10 coches civiles y militares. Los agentes registraron su casa y se incautaron de todos los dispositivos electrónicos, incluidos dos ordenadores portátiles que Mohamed estaba reparando como parte de su trabajo. A continuación lo detuvieron vendándole los ojos y esposándolo sin presentar una orden judicial ni indicar el motivo de la detención. A continuación, subieron a Mohamed a un autobús y lo llevaron junto con los agentes que realizaron varios otros registros domiciliarios con él presente. Horas más tarde, entre 30 y 50 personas habían sido detenidas, momento en el que todos fueron llevados a un lugar que, según supo Mohamed más tarde, era el edificio 15 (ahora edificio 7) de la prisión de Jau.
Mohamed llamó a su familia 5 días después de su detención y se vio obligado a decirles que estaba en el CID. Solo pudo volver a llamarlos un mes después para pedirles ropa. Entre el 3 de noviembre y el 3 de diciembre de 2015, Mohamed fue interrogado y torturado para forzar una confesión. Le vendaban los ojos a diario y le llevaban a los interrogatorios en la Real Academia, donde era golpeado en el autobús de ida y vuelta por agentes vestidos de civil. Allí se le obligaba a permanecer de pie entre 10 y 12 horas diarias sin descanso, mientras se le esposaba a la espalda. Al entrar en la sala de interrogatorios, Mohamed era golpeado por varios individuos, que le maldecían, le gritaban para que confesara y le quitaban la ropa. Los agentes le golpearon y electrocutaron alrededor de su zona privada. Además, le amenazaron con que, si no confesaba, traerían a su mujer y la agredirían delante de él. También amenazaron a Mohamed con detener a su hermano y a su padre y acusarlos. A Mohamed se le prohibió dormir en su celda, en la que siempre había al menos tres agentes vestidos de paisano. Tampoco se le permitió rezar ni ducharse.
Tras unos 14 días de tortura, Mohamed confesó haberse comunicado con un individuo que conoció cuando era sólo un niño, a pesar de que negó estas acusaciones. Sin embargo, la tortura física y psicológica se intensificaba cuanto más se resistía Mohamed y se negaba a confesar. Mohamed había llegado al punto de crítico y sabía que la única manera de que la tortura terminara sería si confesaba los cargos. Mohamed firmó unos papeles sin que se le permitiera leer su contenido. El 27 o 28 de noviembre, Mohamed fue llevado a la Oficina de la Fiscalía (OPP), donde el fiscal le dijo que si decía una sola palabra diferente a la indicada en los papeles, él mismo lo golpearía, y luego lo devolvería a los interrogatorios para ser torturado. Incluso de camino a la OPP, el oficial armado amenazó a Mohamed con matarlo si no confesaba. Al abogado de Mohamed no se le permitió estar presente ni durante su interrogatorio ni cuando fue presentado a la OPP.

El 15 de mayo de 2018, Mohamed fue condenado a 15 años de prisión con la revocación de su ciudadanía en el marco del juicio masivo de las Brigadas Zulfiqar. No obstante, posteriormente se le restituyó la ciudadanía mediante un indulto real. Se le acusó de: (1) unirse a una organización terrorista; (2) socavar la seguridad nacional del Estado; (3) recibir dinero y explosivos y almacenarlos y utilizarlos en actividades terroristas; (4) detonar explosivos y proporcionar a otros miembros de la organización armas, municiones, explosivos, dinero y refugio, con el objetivo de sembrar el caos, provocar la sedición y debilitar los cimientos del Estado para derribarlo; y (4) perturbar las disposiciones de la Constitución y la labor de las instituciones estatales. Además, también se le acusó de ayudar a entrenar a otros dos acusados en el caso para que cometieran un delito del que no tenía conocimiento. Se le acusó de ser la persona responsable de los viajes del grupo a Irán y de su supuesta comunicación con la Guardia Revolucionaria iraní, así como de sus viajes a Irak y de su comunicación con miembros del Hezbolá iraquí para completar el entrenamiento militar en sus campamentos.

El Tribunal de Apelación confirmó la sentencia el 28 de enero de 2019. El Tribunal de Casación confirmó igualmente la sentencia el 1 de julio de 2019. Es importante señalar que se violaron los derechos de Mohamed a un juicio justo, ya que se le negó el acceso a su abogado y no se le dio el tiempo y las instalaciones adecuadas para prepararse para el juicio. Además, la confesión que se le tomó bajo tortura también se utilizó contra él en el juicio.
La familia de Mohammed ha presentado quejas tanto al Defensor del Pueblo como al Instituto Nacional de Derechos Humanos. En ambos casos, el gobierno no ha hecho ningún esfuerzo por investigar o dar seguimiento a su caso. Esto demuestra la ineficacia de estas instituciones en la práctica.
El trato que las autoridades bahreiníes dieron a Mohamed, desde su detención arbitraria, su tortura física y psicológica y la denegación de su derecho a un juicio justo, contravienen la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) y constituyen violaciones de las obligaciones de Bahréin en virtud de los tratados internacionales, concretamente la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (CAT) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ICCPR).
Por lo tanto, la ADHRB pide a las autoridades bahreiníes que investiguen las denuncias de tortura que sufrió Mohamed y que responsabilicen a los autores. Además, la ADHRB invita a las autoridades bahreiníes a indemnizar a Mohamed por las torturas sufridas. Por último, la ADRHB insta al gobierno de Bahréin a anular la sentencia de Mohamed, dada la falta de un juicio justo y de las debidas garantías procesales que constituyen una clara violación de los derechos humanos.